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DE DIOSES HECHOS A UN DIOS HACEDOR

¿Dios existe? No es necesario responder a tal pregunta, pues la obra de la creación da testimonio de la sabiduría y poder del Creador.
A través de todos los tiempos y lugares, los humanos hemos sentido el instinto de adorar a Dios, pero no siempre lo hemos hecho en la forma legítima, porque muchos, al no ver a Dios para adorarle, se han hecho dioses visibles de piedra, barro u otro material, inclinándose después ante las obras de sus manos.
Muchos se han enriquecido vendiendo imágenes de dioses y de santos que vivieron en el pasado; las venden de distintos materiales, tamaños y precios, variando desde el oro hasta el papel pintado, y para obtener una venta mayor, relatan a sus clientes los «hechos milagrosos» de su mercancía. Ahora quien quiera compra una o varias imágenes, según pueda, y buscando en ellas a Dios, las coloca en un lugar de preferencia en la casa. Luego las alumbran, perfuman, adoran y claman a ellas para que les libre del mal, pero, ¿escuchará la piedra? ¿Puede el oro, la plata o el yeso responder? Vea el Salmo 115. Grandes multitudes permanecen todavía practicando esa forma vana de adoración, que es idolatría, ganando con ello la ira del verdadero Dios, pues dice el segundo mandamiento de su santa ley:

«No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás...» Exo.20:4-5.

Otros, desengañados de que los ídolos no tienen poder para hacer bien ni mal, han dejado de creer en ellos, pero como era la única forma de dios que conocían, ahora dicen: ¡No hay Dios! y se corrompen haciendo lo que no conviene. En ellos ha muerto la fe; no ven, ni sienten, ni conocen a Dios, y por eso dicen ¡No hay! Pero, ¿dejará Dios de ser porque un hombre no lo vea? ¿Será impotente el Todopoderoso porque un ídolo no tenga poder?
Tanto el idólatra como el incrédulo están privados de contemplar la gloria de Dios. Unos y otros quedarán fuera, donde será el llanto y el crujir de dientes.
Por tanto, lector, si es usted idólatra, o si es usted ateo, deje de serlo y obedezca a la orden del ángel.

«Temed a Dios, y dadle honra: porque la hora de su juicio es venida; y adorad a aquel que ha hecho el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas». Apo. 14:7.

Haciendo así, adorando a Dios en Espíritu y en verdad, guardando sus mandamientos, usted podrá contemplar la gloria de Dios.

Evang. B. Luis, La Lisa, Dic. 1961